martes, 25 de julio de 2023

En las costas gallegas existen muchas leyendas sobre villas o pueblos inundados por la ira de Dios. Esas leyendas se parecen tanto que parecieran la misma que se fue tranmitiendo oralmente y se exportó por toda Galicia.

La ciudad de Estabañón, sumergida y hundida, víctima de su soberbia, que Lois de Chousela -seudónimo de Luis Tobío, diplomático viveirense exiliado en Uruguay- recreó y publicó en 1941 en la revista emigrante Alma Gallega.

El relato de Tobío está ilustrado con el dibujo de una campana y comienza situando al lector en el lugar donde está enterrada la población: «Frente al mar de la ría de Vivero, en un llano fangoso y desierto, delante de la limpia playa de Area». 

Ahí «brillante y feliz, rica en sus cosechas, de sus salidas al mar y su trafico marinero, la villa de Estabañón vivía en lujo y bienestar. Las casas eran limpias y llenas de muebles. Las gentes vestían ropas de otro precio, comían manjares exquisitos y gozaban de divertidos espectáculos. Todo allí era bailar cantar y reir.

Pero tal lujo, tan buen vivir y duradero gozo « no hizo a los hombres mejores y más bondadosos» sino que discutían por recelos de casta, por vanidades y menudencias que los convirtieron en seres egoístas y mentirosos. « Para ellos no había más que una buena mesa, una buena cama y un buen vestir. Nadie se preocupaba de los dolores del vecino, ni sentía tristeza por el mal que le viniera. Así que, según la leyenda, Dios quiso tentarlos y sondear la negrura de sus almas.

Y una cruda mañana de invierno, Dios se reencarnó en un mendigo y se apareció en Estabañón cuando « se abrían las primeras puertas acostados con frio fuera  y calientes en sus casas». Y «Nuestro señor, andando de mendigo, vió la abundancia sin comparación de las tiendas y todas las cosas que el hombre puede tener en grandes cantidades.» que le pareció imposible que le pudieran negar cualquier cosa que él, humilde mendigo, pidiera por el amor de Dios para calmar su hambre…

En una plaza vio como un zapatero volvía a su taller cargado de toda clase de frutos. Entonces, «humilde y con voz dulce» el mendigo le pidió «un bocadito de pan, mismo del pan reseco que le quedara del día anterior». El zapatero «Se reviró con su carro,  arremetió contra el mendigo que osaba alterar su calma y fuera de si, agarro un punzon de acero y se lo tiro con fuerza y rabia contra Nuestro Señor ».

Y entonces llegó el castigo. «Dijo Nuestro Señor : Revuelvete villa, de arriba a abajo!». Y una terrible ola de mar asoló aquella ciudad feliz « y todos sus moradores, sus casas y sus hijos quedaron hundidos».

Aún hoy, dice Tobío, «cuando hace buen sol» se pueden ver desde cierto lugar las torres de las iglesias y, a veces, escuchar «el tintineo de sus campanas»…

El escritor y cronista oficial de Viveiro, Chao Espina, ofrece una versión algo diferente de la de Tobío sobre el anegamiento de Estabañón. En sus libros sobre Leyendas gallegas y temas marineros narra la llegada de Santiago a las proximidades de Area en un barco de vela tras una fuerte tempestad.

El Apóstol, asustado y maltrecho por la treboada, suplicó amparo a un zapatero que, según la tradición, le tiró un zapato al rostro. Entonces, subió al Monte Faro y desde allí echó la famosa maldición -’Arrevírate vila, co debaixo pra riba’- que provocó que las olas del mar sepultaran para siempre la villa.

La tradición y la leyenda hablan de muchas cidades asolagadas en Galicia. Escritores y etnógrafos como Villamil y Castro, Amor Meilán, Manuel Murguía o, entre otros, el profesor Luis Monteagudo citan, en A Mariña, las ciudades sumergidas de Pozo Piago, en Viveiro; Portocelo de Xove; Montouto en Mondoñedo; además de Estabañón, en Viveiro.

 

En todas ellas, la ciudad padeció el castigo divino por su soberbia, su insolidaridad, su abandono al desenfreno y al paganismo… Y en todas queda siempre como testimonio el sonido de una campana que emerge hacia la superficie a través de las aguas, símbolo eterno del castigo divino al pecador…

La más ilustre, rica y famosa de las ciudades gallegas sumergidas era Antioquía, en la laguna Antela, en la comarca ourensán de A Limia. Pero también fueron notables las de Beria en la laguna de Cospeito, Reiriz, Doniños, O Roxal en Neda, Brandomil en Zas, Carracedo en As Pontes, Carregal en Riveira o la Lagoa Sacra de Olives, entre A Estrada, Silleda y Forcarei.

Las ciudades sumergidas, más bien llamadas ciudades asolagadas, comparten historias. El Apóstol Santiago hundió algunas de ellas por resistirse a aceptar el Evangelio; Dios sumergió casi todas las demás por el mismo motivo o parecido, por vivir en el pecado. En algunos casos hay uno o dos niños hambrientos a los que los vecinos, todos ricos, les negaban misericordia. En casi todos los casos se pueden ver algunos días, sin una frecuencia determinada, las torres de las iglesias y el tañido de sus campanas. En todos los casos fallecieron repentinamente todos los habitantes. Eso dicen las leyendas, aunque no hay noticia de que tales cosas hayan sucedido jamás. Por haber, que cuando el pueblo gallego se pone excesivo no tiene freno, hasta hay una teoría que defiende que la Atlántida está en Malpica.

Sarmiento atribuye, con algo de razón, el origen de la tradición en la subida del nivel del mar en las costas gallegas a lo largo de los siglos, que fue variando el litoral. Es el caso de Estabañón, en Viveiro, donde la leyenda decía que se encontraba una ciudad asolagada. Finalmente no había una, sino dos, la primera de ellas una industria de salazón romana y sobre ella una villa medieval, que aparecieron después de muchos siglos cubiertas por la arena de la playa. No hay nada en los registros arqueológicos de Estabañón que permita suponer que la ciudad fuera inundada de repente, sino más bien todo indica que, como muchas aldeas de la época, fueron abandonadas por carecer de utilidad o porque la playa se les echaba encima.

Pero olvida Sarmiento que muchas de las cidades asolagadas se encuentran en lagunas del interior, y en algunos casos alejadas de la costa, así que su explicación sobre la subida del nivel del mar sólo nos sirve a medias. Es el caso de una de las más famosas, Antioquía, en Ourense, también llamada Valverde. Allí llegó un día Jesús disfrazado de pordiosero pidiendo limosna a la vecindad. Nadie le dio un céntimo, pero además lo trataron de muy mala manera, así que sumergió la ciudad en la laguna de Antela, e hizo bien. Solo salvó la casa de una anciana, la única que se había apiadado de él, que además era la pobre del pueblo.

Otra de las más famosas es Duio, cuyo rey tendió una emboscada a los pobres hombres que trasladaban el cuerpo del Apóstol. La reina Lupa los había enviado ahí para que hablaran con el soberano, pero este les tendió una emboscada. Ellos, huyendo de los soldados de Duio, cruzaron un puente que milagrosamente se derrumbó en cuanto ellos pasaron, impidiendo la persecución. Luego, la ciudad se hundió en la laguna. Pero eso no sucedió en modo alguno dice Rodrigo Cota. Un día que el estába en Fisterra haciendo un documental sobre la reina Lupa metieron a un buzo en la laguna, que más que de agua es de fango y el buzo, tras avanzar penosamente hasta el centro de la laguna no pudo sumergirse porque el fango no le llegaba ni a las rodillas, así que en esa laguna no hay una ciudad sumergida ni nada que se le parezca. Sin embargo, en las inmediaciones hay dos lugares que conservan el topónimo de Duio, lo que puede indicar tres cosas: o que la leyenda dio pie a los topónimos, o que los topónimos dieran pie a la leyenda o que realmente por ahí hubo una ciudad hoy desaparecida, aunque desde luego no en la laguna, entre otras cosas porque en esa laguna no cabrían más que cuatro casas mal contadas.

Eso de las ciudades asolagadas debió ser en otros tiempos una moda, como son ahora las fiestas gastronómicas, que tiene que haber una en cada pueblo y si no la hay se inventa. El caso es que no creo que haya país en el mundo donde haya tantas. Por lo que se ve, Dios y el Apóstol no tenían otra cosa que hacer que venirse a Galicia a hundir pueblos enteros matando a todos sus habitantes. Afortunadamente para nosotros se aburrieron y pasaron a otras cosas.

Algunos de los veteranos marineros de los pueblos costeros de Malpica de Bergantiños, aseguran que la Atlántida es real, y lo cuentan como uno de los tesoros escondidos del litoral gallego. Estos veteranos aseguran que se ha hecho visible en algunas ocasiones, por lo que afirman que sí está en Galicia.

Aseguran también que en el pueblo de la Costa de la Muerte, cerca de La Coruña, pueden verse algunos morros que sobresalen del nivel del mar, alguna veces dependiendo de la marea se pueden ver algunos muros de piedra y otros pescadores antiguos dicen que escaleras.

Fuentes : 

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/amarina/2017/11/19/tobio-estabanon-ciudad-sumergida-victima-soberbia-ria-viveiro/0003_201711X19C6992.htm

https://www.diariodepontevedra.es/blog/rodrigo-cota-galicia-histerica/la-galicia-sumergida/201903302019231029015.html

https://tourgalicia.es/los-tesoros-escondidos-del-litoral-gallego-la-atlantida-y-duios/ 

https://www.turismo.gal/que-visitar/rias-e-praias/ria-de-viveiro

0 comentarios:

Publicar un comentario



Terra Máxica

Terra Máxica

Seguidores

Translate

Entradas populares la última semana


Archivo del blog

Con la tecnología de Blogger.

Vistas de página en total