domingo, 16 de junio de 2024

Allí donde había posado el "platillo volante". Benedicto Rodríguez Vilacoba insistía y aseguraba que el viera un extraño artefacto volador..., del color de las vacas. Todo fuera fugaz y sorprendente.

El día anterior los periodistas estuvieran en la aldea de Cobas, de la comarca de Bertamiráns, donde un vecino aseguraba haber visto un raro artefacto. A él le había parecido en principio que era un platillo volante. Sobre esto, Jesús Rey Alvite, había basado la información que el día anterior publicaran en "El Correo Gallego".

Los periodistas decían que no fueran a Cobas con el propósito de desentrañar el misterio.

Regresaban de Brión, a donde les había llevado otra misión periodística, y creían oportuno desviarse de la ruta. 

El coche avanzaba con cierta facilidad por un camino vecinal que se bifurcaba de la carretera de Bertamiráns. Pero nada más que unos quinientos metros. Desde allí, pie a tierra, y camino adelante por senderos bordeados de pinos y de maizales.

Nunca hubieran acertado con la aldea de Cobas si el joven José Zarauza Vázquez, de Bertamiráns, no se brindara a guiarles al fotógrafo de Arturo, Manolo Novoa y José Rey F. Alvite.

Las mujeres que iban encontrando por el camino decían que tendrían que andar un kilómetro. Pero el kilómetro de los aldeanos sospechaban que es siempre de tres mil metros, porque aquella distancia parecía que no daba acabado...

-¿Oyó usted algo de un platillo volante?

Y la mujer del camino, el viejo labrador o la mocita contestaban encogiéndose de hombros. Alguna vez decían, por ejemplo:

-¡ Vay, vay! ¡ Que sei eu de esas leiras...! - Vete, vete, Que se yo de esas cosas...

A unos cuantos metros del caserío de Cobas, con el sudor mojandoles la frente en la hora caliente de las dos y media de la tarde, tres niños clavaron en ellos sus grandes ojos. Empezaron a ladrar unos perros. Las criaturas salieron espantadas. Se les ocurrió pensar que si ya esos niños sabían de la posible existencia de platillos volantes. ¿Tendrían ellos aspecto de marcianos, de tripulantes de esos artefactos que argumentan narraciones más o menos fantásticas?

En el camino alguien les dijo que la Guardia Civil había estado viendo al hombre que afirmaba haber visto lo que pudiera ser una extraña aeronave.

- ¡Dios nos axude, esto seica e cousa do demo! Agora veñen outros dous homes.

- ¡Dios nos ayude, esto se que es cosa del demonio! Ahora vienen otros dos hombres-refunfuñaba una mujer, al tiempo que se metía dentro de su casa.

No iban a descubrir nada nuevo seguramente. Pero tenían curiosidad por hablar con el hombre de la visión...

Habitaba una casa de labradores de buen aspecto.

Pasaron a un pajar. Allí les saludó, entre ladridos de perros, a Benedicto Rodriguez Villacoba, de cincuenta y tantos años de edad. Hablaba con inconfundible dejo suramericano.

-He estado en Buenos Aires durante treinta y un año-les dijo, para aclarar la cosa- y de allí regresé el 3 de mayo de este año con mi esposa y un hijo de veintiocho años. Somos nativos de acá mismo.

A lo que iban plantearon el tema.

-¿Cuando y donde ha visto el extraño artefacto...?

- A través de las gafas, que no aparecen en la fotografía que luego les facilito, Benedicto Rodriguez Vilacoba les miraba fijamente, con mucha serenidad. Y comenzaba el relato.

- Estaba en la cortina en navidad, en la agra de "Villancicos". Había ido allí a cortar el senseno, o sea la cabeza del maíz. Eran las cuatro y media o cinco de la tarde. Nadie se encontraba en el maizal más que yo. Sentí de pronto un zumbido intenso, que iba acercándose y aumentando en fuerza... Me incorporé. Miré hacía arriba y en un momento he visto un objeto redondo, como de algo más de un metro de diámetro y con una altura de un metro, aproximadamente.

-¿Que color tenía? ¿Apreció usted alguna otra característica exterior?

-El color era rojizo...¿como le diría yo?... Tiraba al color que tienen las vacas.

-¡Pero no sería una vaca que saliera inopinadamente por los aires!-repusieron.

-Observé que se envolvía en una densa nube de polvo... La tierra estaba reseca.

-¿Notó usted algún efecto de remolino, de aire agitador?

-No. Le aseguro que en aquellos momentos me agarró una fuerte impresión.

Cuando desapareció el extraño objeto, con el mismo zumbido, me acerqué hasta el punto donde había caído y observé que los maices estaban cortados unos y tumbados otros.

Eran, calculo yo, unas setenta plantas, una especie de circulo. Y en la tierra aparecían huellas como de ruedas, de unos cuarenta centímetros.

Volvieron a insistir en la pregunta:

-¿Y no ha podido usted apreciar más características del aparato...?

-Soy algo corto de vista, por eso uso lentes y además la altura del maíz no me permitía verlo bien.

-¿Que hizo despues?

-Di cuenta de lo ocurrido a la Guardia Civil de Brión. Hoy estuvo acá un oficial de la Guardia Civil a interrogarme. Le dije lo mismo.

Por muchas vueltas que le dieran al tema, el no añadía nada nuevo. Pero el resumen de todo era su firmeza al afirmar lo que había visto esa tarde.

Antes de despedirse de el, para retornar por el kilómetro aldeano de los tres mil metros, preguntaron a Benedicto Rodríguez Vilacoba:

-Cuando usted residía en la Argentina, ¿oyó hablar mucho de platillos volantes o ha leído algo sobre estos...?

- Igual que cualquiera: cuando se decía que habían sido vistos en Colombia, por ejemplo.

Bien, pues en este punto acababa la entrevista. El señor Rodriguez Vilacoba no puso inconveniente en acceder a su deseo de ilustrar esta nueva información sobre el supuesto platillo volante visto en Cobas con una, fotografía personal suya.

-¡Vayan ustedes con Dios!-les despidió en la cancilla mientras los perros seguían ladrando.

Al final de la entrevista el periodista decía - Nosotros no les contamos a ustedes historia fantástica alguna. El reportaje es fiel reflejo de la entrevista que acabamos de realizar en Cobas.

El Correo gallego, diario político de la mañana, Número 26731 - 1959 agosto 13

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