martes, 18 de agosto de 2015
 Amazing Stories - September 1928

En este artículo os hablaré de los orígenes de la ciencia ficción, o lo que se ha llamado por algunos como "Proto-Ciencia Ficción" o ficción. En la mitología se encuentran numerosas historias que nos pueden recordar a la fantasía o ficción. En la mitología griega abundan las referencias a seres extraordinarios. 
Platón nos describe la civilización de los Atlantes, avanzada, riquísima, imagen de la sociedad perfecta, que un cataclismo aniquila. Homero nos muestra al infatigable expedicionario Ulises viajando hasta el Más Allá, donde conversa con el alma de su madre y con la del profeta Tiresias, que le revela su vida futura. 
Los Argonautas (seres extraordinarios como Linceo, que ve a través de la piedra, como Supermán), viajan en un barco.
Mapa de Abraham Ortelius, Ámsterdam 1597: en la esquina superior derecha dice Hyper Borei y muestra un continente que ocupa toda el área polar.
 
Entre los despojos de la literatura griega quedan títulos, fragmentos e incluso epítomes de ciencia ficción. Hecateo de Abdera (-IV) describía en De los hiperbóreos una remota utopía gobernada por sabios donde todo el mundo vivía en paz y practicaba la virtud. Por la misma época y parodiando la Atlántida de Platón, Teopompo daba noticia en sus Filípicas de la isla de Merópide, situada al otro lado del mundo, cuyos habitantes miden y viven el doble de los humanos, pueden invertir el curso de la vida ingiriendo un cierto fruto (es decir, que van rejuveneciendo, se hacen niños, luego bebés y desaparecen), y disponen de un ejército de diez millones de soldados que envían contra los pacíficos hiperbóreos y que regresa con las manos vacías, pues estos no tienen nada que pillar. Evémero (-III) contaba su viaje a la isla de Panquea, una utopía democrática, en la que, esculpida en una columna de oro, ve toda la historia de la Humanidad y cómo la memoria de los grandes hombres fue transformándolos en dioses. En La isla del Sol Yambulo encontraba en el Ecuador una raza feliz de gigantes calvos, osamenta flexible y lengua bífida (por lo que podían mantener dos conversaciones a la vez), que comparten todo, incluidas mujeres e hijos, no conocen la enfermedad y al cumplir los 150 años practican la eutanasia echándose sobre una planta adormecedora. Y Diógenes Antonio compuso un relato de fantasía viajera titulado De las cosas increíbles que se ven más allá de Thule en el que los protagonistas, después de pasar por España, donde encuentran a un pueblo de nictálopes, llegan al Polo Norte y se acercan a la Luna
Jan Brueghel el Viejo: Eneas y la sibila en el inframundo
(Aneas en de sibille in de onderwereld, ca. 1600).

Eneas, como Ulises, baja también a los infiernos, así como el emperador Claudio en la sátira que le dedica séneca. Plinio y Valerio Máximo recopilan portentos y Apuleyo, retomando un cuento de Lucio de Patras, describe en su Metamorfosis una transmutación (en asno) no de origen divino sino mágico.
Pero, de toda la Antigüedad, es Luciano (125/180) quien mejor representa la protociencia ficción. En uno de sus Diálogos, Ícaro-Menipo, el héroe vuela con alas de ave a la Luna y luego al Olimpo, donde ve cómo Zeus recibe las plegarias de los mortales por una especie de altavoces. Y en La Historia verídica, sátira de la novela de aventuras de su tiempo, cuenta cómo, tras una tempestad de 79 días en el Atlántico, llega a un país en el que halla viñas-mujeres, que gritan cuando se les coge un racimo, y cómo, arrastrada por un terrible huracán, su nave da en una isla que resulta ser la Luna. Allí se enlista en un ejército de selenitas que, a lomos de grifos tricéfalos, hace una expedición bélica al Sol para luchar contra sus habitantes y es hecho prisionero. Tras abandonar el Sol, Luciano continúa su viaje interestelar hasta la constelación de las Pléyades y luego a las Islas Afortunadas, al Infierno, en el que le muestran el lugar que ocupará después de muerto y habla con Homero y Ulises. Llega a la Isla de los Sueños y a otras, en las que vive aventuras no menos interesantes. En una de ellas observa un ingenioso sistema de navegación monoplaza: «Los nadadores estaban de espalda con un mástil entre las piernas, al que iba atada una pequeña vela que manejaban con la mano, con lo que podían navegar por el mar».

En la China de la época Tang (VII/X) se cultiva el chuanqi, «estilo de relatos de lo extraordinario», en el que sobresale Wang Du (nacido en 580), quien cuenta la historia de un espejo que puede atravesar las paredes, iluminar las vísceras y ver dentro de ellas, calmar la tempestad y transformar a la gente en animales. Y, en El gobernador de Nanke, Li Gongzuo narra la vida entera de un hombre que la ha soñado en el espacio de una tarde y que, cuando despierta, ve que todo lo soñado se repite en la realidad de un hormiguero, incluida su destrucción, como la del reino de su sueño.
La literatura japonesa se inicia con el Cuento del cortador de bambú (siglo X), en el que el mismísimo emperador se enamora de una hermosa joven que resulta ser una selenita (encontrada de niña en un tallo de bambú), que prefiere volver a la Luna antes que convertirse en emperatriz. Y en otras narraciones los oni, una especie de demonios, se desplazan en carros de fuego y habitan un mundo subterráneo con ocho regiones de fuego cada vez más ardientes y otras ocho de hielo y nieve.
Salida de la Ópera en el año 2000, Albert Robida, 1882
Extractos del libro Historia Verdadera - Luciano Samosata : 
Ilustraciones de Jaca, Alexandre Camanho

"Escribo, por tanto, sobre cosas que jamas vi, trate o aprendi de otros, que no existen en absoluto ni por principio pueden existir. Por ello, mis lectores no deberan prestarles fe alguna"
Escribo, por tanto, sobre cosas que jamas vi, trate o aprendi de otros, que no existen en absoluto ni por principio pueden existir. Por ello, mis lectores no deberan prestarles fe alguna.

Hacia el mediodia, cuando ya no se divisaba la isla, sobrevino de repente un tifon que hizo girar la nave y, elevandola por el aire unos trescientos estadios, ya no la dejo descender al mar, sino que, hallandose en las alturas, soplo viento sobre su velamen y la arrastraba a vela hinchada.

Por siete dias y otras tantas noches viajamos por el aire, y al octavo divisamos un gran pais en el aire, como una isla, luminoso, redondo y resplandeciente de luz en abundancia. Nos dirigimos a el y, tras anclar, desembarcamos, y observando descubrimos que la region se hallaba habitada y cultivada. Durante el dia nada divisabamos desde alli, pero al hacerse de noche empezaron a aparecersenos muchas otras islas proximas —unas mayores, otras mas pequenas— de color semejante al del fuego. Vimos tambien otro pais abajo, con ciudades, rios, mares, bosques y montanas, y dedujimos que era la Tierra.

Decidimos seguir avanzando, pero fuimos detenidos al encontrar a los que ellos llaman ≪cabalgabuitres≫9. Los cabalgabuitres son hombres que cabalgan sobre buitres enormes, y utilizan dichas aves como caballos. Los buitres son enormes y suelen tener tres cabezas; puede inferirse su tamano del hecho siguiente: cualquiera de sus plumas es mayor y mas robusta que el mastil de un gran navio mercante. Dichos cabalgabuitres tienen como mision sobrevolar el pais y conducir ante el rey a cualquier extranjero que encuentren; por ello, nos detuvieron y condujeron ante el. Este, despues de observarnos y deducirlo de nuestros vestidos, dijo: ≪Vosotros sois griegos, .verdad, extranjeros?≫ Al confirmarselo nosotros, pregunto: ≪.Y como habeis llegado hasta aqui, tras atravesar un gran trecho por el aire?≫ Nosotros le explicamos todo. Entonces comenzo el a contarnos su propia historia: era tambien un ser humano, llamado Endimion, que habia sido raptado de nuestro pais mientras dormia y, una vez alli, llego a ser rey del territorio. Decia que aquel pais era la Luna que vemos desde abajo. Nos exhorto a confiar y no temer peligro alguno, ofreciendonos cuanto necesitaramos.

Si triunfo —anadio— en la guerra que ahora mantengo contra los habitantes del Sol, vivireis muy felices a mi lado≫. Nosotros le preguntamos quienes eran los enemigos y la causa del conflicto. ≪Faetonte —contesto--, el rey de los habitantes del Sol (pues aquel tambien esta habitado, como la Luna), desde mucho tiempo atras nos hace la guerra. Comenzo por el siguiente motivo. En cierta ocasion reuni a los mas pobres de mi reino, con el proyecto de establecer una colonia en la Estrella de la Manana, que se hallaba desierta e inhabitada. Celoso Faetonte, impidio la colonizacion, saliendo al paso a medio camino al frente de sus cabalgahormigas. Entonces fuimos vencidos (pues no estabamos a su altura en preparacion) y nos retiramos; pero ahora deseo reanudar la guerra y fundar la colonia. Si lo deseais, podeis participar conmigo en la expedicion, y os proporcionare a cada uno de vosotros un buitre real y el armamento necesario. Manana partiremos≫. ≪De acuerdo — dije yo—, puesto que es tu designio.≫

En cuanto al enemigo, estaban a la izquierda los cabalgahormigas, y entre ellos Faetonte. Son animales muy grandes, alados, semejantes a pletros. Combatian no solo sus jinetes, sino ellos mismos, en especial con sus antenas. Se decia que eran unos cincuenta mil. A su derecha se alinearon los aeromosquitos26, tambien alrededor de cincuenta mil, todos ellos arqueros sobre grandes mosquitos; les seguian los aerodanzarines, infanteria ligera, pero igualmente eficaz en la lucha, pues a larga distancia disparaban a honda rabanos gigantes, y quien resultaba alcanzado no podia resistir un momento, pues fallecia, y su herida desprendia mal olor —se decia que untaban sus proyectiles de veneno de malva—. A continuacion de ellos se alinearon los tallohongos28, hoplitas, en numero de diez mil. Fueron llamados tallo-hongos porque usaban las setas como escudos, y tallos de esparragos como lanzas. Junto a ellos se situaron los perrobellotas, enviados por los habitantes de Sirio, cinco mil hombres con rostro de perro, que combaten sobre bellotas aladas. Se decia que tambien para Faetonte llegaban con retraso, de entre sus aliados, los honderos de la Via Lactea y los nublocentauros; estos ultimos llegaron cuando la batalla estaba ya decidida (!ojala no lo hubieran hecho! ), pero los honderos ni siquiera hicieron acto de presencia, por lo que dicen que mas tarde Faetonte, encolerizado, arraso a fuego su territorio.

Cuando regresamos de la persecucion, elevamos dos trofeos, uno sobre las telaranas, por el combate de la infanteria, y el otro, por el combate aereo, sobre las nubes. Precisamente, mientras los elevabamos, anunciaron los atalayas el avance de los nublocentauros, que debian haber venido antes de la batalla en ayuda de Faetonte. Ya se divisaban aproximandose; eran el espectaculo mas insolito, una combinacion de caballos alados y hombres. El tamano de los hombres era el del Coloso de Rodas de medio cuerpo arriba, y el de los caballos el de un gran navio mercante. Su numero, sin embargo, no lo he mencionado, no sea que parezca absurdo a alguien, tan grande era. Los mandaba el Arquero del Zodiaco. Cuando vieron que sus amigos habian sido derrotados, enviaron una embajada a Faetonte para que atacara de nuevo, y ellos se lanzaron en formacion sobre los desordenados selenitas, dispersos por entregarse a la persecucion y al saqueo. Pusieron a todos en fuga, persiguieron al propio rey hasta la ciudad y dieron muerte a casi todas sus aves; derribaron tambien los trofeos, recorrieron toda la llanura tejida por las aranas y me apresaron, con dos de mis companeros. Entonces aparecio tambien Faetonte y, a su vez, ellos levantaron otros trofeos.

Entretanto, durante mi estancia en la Luna, observe muchas rarezas y curiosidades, que quiero relatar. En primer lugar, no nacen de mujeres, sino de hombres: se casan con hombres, y ni siquiera conocen la palabra ≪mujer≫. Hasta los veinticinco anos actuan como esposas y, a partir de esa edad, como maridos. Y no quedan embarazados en el vientre, sino en la pantorrilla. A partir de la concepcion, comienza a engordar la pierna; transcurrido el tiempo, dan un corte y extraen el feto muerto, pero lo exponen al viento con la boca abierta y le hacen vivir. A mi parecer, es de aqui de donde llego hasta los griegos el termino ≪pierna del vientre≫, porque alli se alberga el feto, en vez de en el vientre. Pero voy a referirme a algo aun mas sorprendente. Existe alli un linaje de hombres, los llamados ≪arboreos≫, que nacen del modo siguiente. Cortan el testiculo derecho de un hombre y lo plantan en la tierra; de el brota un corpulento arbol de carne, semejante a un falo : tiene ramas y hojas y su fruto son las bellotas, del tamano de un codo; cuando estan ya maduras, las recolectan y extraen de su interior a los hombres.

Ademas, sus partes pudendas son artificiales. Algunos las tienen de marfil, pero los pobres las usan de madera, y con ellas se unen y fecundan a su pareja.

Tras la vejez, el hombre no muere, sino que, como el humo, se disuelve y convierte en aire. Su alimento es para todos el mismo: encienden fuego y asan ranas sobre el rescoldo —pues las ranas son muy abundantes alli, y vuelan—; una vez asadas, se sientan en circulo, como en torno a una mesa, aspiran el humo que asciende y se dan el festin. Asi es su comida. La bebida consiste para ellos en aire exprimido en copa, destilando un liquido como el rocio. No orinan ni defecan, ni poseen siquiera el orificio anal en igual lugar que nosotros; ni tampoco los jovenes ofrecen para el amor sus traseros, sino las corvas sobre la pantorrilla, pues en ese lugar tienen el orificio. Se considera hermoso en el lugar al hombre calvo y pelon; los melenudos, en cambio, son despreciados. Mas a los cometas, por el contrario, los consideran hermosos por su cabellera: habia alli algunos forasteros que nos hablaron de ellos. Otro detalle: tienen barbas, que crecen timidamente sobre sus rodillas, y carecen de unas en los pies, pues todos son solipedos. Sobre las nalgas de cada uno crece una col de gran tamano, a guisa de cola, siempre exuberante, sin ajarse cuando caen de espaldas. De sus narices fluye una miel muy agria y, cuando trabajan o hacen ejercicio, sudan leche por todo su cuerpo, lo que les permite elaborar queso, extendiendo sobre este una capa de miel. De las cebollas elaboran un aceite muy denso y aromatico, como perfume. Tienen muchas vides productoras de agua, pues los granos de los racimos son como el granizo y, a mi parecer, cuando sopla viento y agita dichas vides, es cuando cae sobre nosotros el granizo, al desgranarse los racimos. Usan sus vientres como alforjas, colocando en ellos los objetos de uso corriente, pues pueden abrirlos y cerrarlos. No parecen encerrar intestinos en ellos: tan solo una espesa cabellera interior, lo que les permite albergar a los recien nacidos cuando hace frio.

El vestido de los ricos es de vidrio maleable, y el de los pobres de hilado de bronce, pues abunda el bronce en aquellas regiones y lo trabajan reblandeciendolo en agua, como la lana. En cuanto a las caracteristicas de sus ojos, dudo en hablar de ello, por temor de que me juzguen mentiroso, dado lo increible del relato. Ello no obstante, lo expondre. Tienen los ojos desmontables, y quien lo desea puede quitarselos y guardarlos hasta que necesite ver; entonces se los coloca y ve. Muchos, al perder los propios, los piden prestados a otros y ven. Los ricos suelen tener muchos en reserva. Tienen por orejas hojas de platano, excepto los hombres-bellota; unicamente ellos las tienen de madera .

Vi tambien otra maravilla en el palacio real. Un enorme espejo esta situado sobre un pozo no muy profundo. Quien desciende al pozo oye todo cuanto se dice entre nosotros, en la Tierra; y si mira al espejo ve todas las ciudades y todos los pueblos, como si se alzara sobre ellos. Yo vi, a la sazon, a mi familia y a todo mi pueblo, pero no puedo decir con certeza si ellos tambien me vieron. Quien no crea que ello es asi, si alguna vez va por alli en persona, sabra que digo la verdad.

Los cabalgabuitres ya nos habian dejado. Navegamos toda la noche y el dia siguiente y, al atardecer, llegamos a la denominada Ciudad de las Lamparas, ya en viaje de descenso. Dicha ciudad esta situada entre las Pleyades y las Hiades, aunque mucho mas abajo que el Zodiaco. Desembarcamos, sin encontrar a hombre alguno, y si muchas lamparas, que iban y venian y se entretenian en la plaza y en torno al puerto; unas eran pequenas, semejantes a pobres; otras, en escaso numero, grandes y poderosas, eran muy resplandecientes y ostensibles; cada una contaba con su propia mansion y candelero; tenian nombres, como las personas, y las oimos emitir palabras. No solo no nos hicieron dano alguno, sino que nos brindaron su hospitalidad. Nosotros, sin embargo, estabamos asustados, y ninguno de nosotros oso comer o dormir. Los edificios del gobierno estan establecidos en el centro de la ciudad, donde su magistrado se sienta durante toda la noche, llamando por su nombre a cada una, y la que no contesta es condenada a muerte por desertora; la muerte consiste en ser apagada. Nosotros, asistimos, vimos cuanto ocurria, y escuchamos a las lamparas defenderse y exponer el motivo de su tardanza. Alli reconoci a mi propia lampara, le hable y pedi que me informara de los asuntos de mi casa; y ella me dio razon de todo.

Concluí por no reprocharles mucho por todas las mentiras que encontré al leerlos, viendo que eso ya es algo habitual incluso entre los que prometen filosofar. Pero me extraña en ellos lo de que hubieran pensado que pasaría inadvertido que no escribían la verdad. Por lo que también yo, empeñándome por vanagloria en dejar algo a los venideros, para no ser el único desheredado con libertad para contar mentiras, puesto que nada verdadero tenía para contar –porque nada digno de mención me ha ocurrido–, me he dedicado a la ficción de un modo mucho más descarado que los demás. Y en una sola cosa seré veraz: en decir que miento.
Me parece que así escaparé a la acusación de los demás, al reconocer yo mismo que no cuento nada verdadero. Escribo, por tanto, acerca de lo que ni vi, ni comprobé, ni supe por otros y, es más, acerca de lo que no existe en absoluto ni tiene fundamento para existir. Por lo tanto, los que me lean no deben creerme en absoluto."
— Luciano de Samósata, Historia Verdadera,

Fuentes : 

Hernuñez Pollux - La Prehistoria De La Ciencia Ficcion

Relatos Veridicos - Luciano de Samosata

Dimensión Límite -  Los orígenes de la literatura de Ciencia Ficción - Beatriz Erlanz

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